Cada vez más a menudo, en terapia, se escucha la misma historia: la de los niños y las niñas que dicen que están decepcionados, enojados, traicionados. No de un solo padre, sino de toda una generación, la generación de los baby boomers, el que creció con la promesa de bien, del lugar permanente, de la casa comprada con los ahorros.
Hoy, esa promesa. Y así nació el fenómeno de la culpa de Boomer: una expresión que resume el sentimiento de frustración, ira e impotencia que muchos jóvenes sienten hacia aquellos que los precedieron.
Parece una acusación, pero en realidad es mucho más. Es el síntoma de un malestar profundo.
No es solo culpa: es dolor
No es solo la ira. Lo que muchos jóvenes están experimentando es un verdadero duelo. Un extraño luto, difícil de reconocer, porque una persona no está llorando, sino un futuro que nunca llegará.
Se llama luto anticipador o duelo no reconocido. Y sucede cuando te das cuenta de que tus sueños, tus expectativas nunca se realizarán.
¿Comprar una casa? Tal vez no.
¿Llegas al mundo de los niños con serenidad económica? Difícil.
¿Tiene certezas en el trabajo, en salud, mañana? Una utopía.
Entonces, ¿qué queda?
El dolor del que estamos hablando no es solo individual. Es colectivo. Y decimos que no somos solo nosotros, sino también ciencia.
Una importante investigación publicada en La salud planetaria de Lancet Involucró a 10,000 jóvenes entre 16 y 25 años, en diez países diferentes. Los resultados te hacen pensar:
No solo eso: muchos participantes hablan de tristeza, ira, sentido de impotencia, culpa. Pero sobre todo de traición. Por gobiernos. Por adultos. Por parte de aquellos que deberían haber tratado con el futuro, y en su lugar giró su mirada.
¿Qué pasa si dejamos ir ira para dar espacio a algo nuevo?
En terapia, después de escuchar la ira, siempre hay una pregunta que viene, inevitable:
“¿Y ahora?”
¿Qué se hace con todo este dolor?
Puedes quedarte atascado. La ira se puede usar para cerrar, acusar, deprimir. O puede intentar transformarlo.
Porque sí, es cierto: algo nos ha sido quitado. Pero esto no significa que no haya nada más que construir.
Tal vez no tendremos la casa de propiedad, pero podemos crear cualquier otra cosa
Tal vez no podamos replicar el modelo de vida de nuestros padres. ¿Pero quién dijo que tenemos que hacerlo?
Quizás podamos liberarnos de la idea de que solo evaluamos si poseemos algo, si alcanzamos objetivos que hoy ya no son accesibles. Quizás podamos inventar nuevos deseos, nuevas carreteras, nuevas formas de vida en el mundo.
La psicoterapia no da respuestas fáciles. Pero ayuda a dejar espacio. Comprender que aceptar el dolor no significa rendirse, sino dejar de luchar contra algo que no podemos cambiar. Y finalmente comenzar a cuidar lo que aún podemos construir.
Tenga cuidado de no idealizar el pasado: cada época ha tenido sus sombras
Uno de los riesgos de culpar a Boomer también es este: pensar que “antes de que todo fuera mejor”.
¿Pero fue realmente?
Los 80 no eran una época perfecta. Hubo desigualdades, violencia, desinformación, discriminación, silencios. Hoy tenemos algo que entonces no existía: mayor conciencia, un lenguaje emocional más rico, una cultura de cuidado que crece.
Esto también importa.
La culpa de Boomer no es solo una moda. Es la señal de un malestar colectivo, de una generación completa que siente que no tiene un futuro seguro frente a ella. Y eso, para esto, acusa. Reacciona. Se enoja.
Pero la ira sola no es suficiente.
También es necesario reconocer el dolor escondido debajo. Es necesario procesarlo. Y luego, debes imaginar un futuro diferente. Quizás más incierto. Ciertamente más frágil. Pero aún es posible. Y sobre todo, el nuestro.