Si alguna vez ha tenido problemas para reducir su consumo de carbohidratos, es posible que el culpable sea un gen antiguo.
nuestra predilección por yo carbohidratossegún una investigación reciente de la Universidad de Buffalo en colaboración con el Laboratorio Jacksonpodría tener profundas raíces evolutivas, que se remontan incluso a hace más de 800.000 años.
Se sabe desde hace mucho tiempo que los humanos portamos múltiples copias de un gen que nos permite comenzar a descomponer los carbohidratos complejos de almidón en la boca, lo que proporciona el primer paso en la metabolización de los carbohidratos. alimentos con almidón como pan y pasta. Sin embargo, a los investigadores les resulta muy difícil determinar cómo y cuándo se expandió el número de estos genes.
Ahora uno nuevo estudiar realizado por la UB y el Laboratorio Jackson (JAX) revela cómo la duplicación de este gen –conocido como gen de la amilasa salival (AMY1) – puede que no sólo haya ayudado a moldear la adaptación humana a los alimentos ricos en almidón, sino que también puede haber ocurrido hace más de 800.000 años, mucho antes de la llegada de la agricultura.
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el estudio
Este estudio identificó en el gen AMY1 el responsable de la eficiencia digestiva de los carbohidratos: codifica la amilasa salival, la enzima que comienza a descomponer los almidones que ya se encuentran en la boca. Las personas con más copias del gen AMY1 pueden digerir los almidones más fácilmente y, por lo tanto, absorber más energía de los alimentos con almidón, una característica que puede haber dado a los ancestros humanos una ventaja evolutiva significativa.
Esta preferencia por los carbohidratos probablemente comenzó a arraigarse con yo. cazadores-recolectores preagrícolasque ya poseía una gran cantidad de copias de AMY1 por célula, lo que facilitó la adaptación a una dieta rica en almidón mucho antes de la llegada de la agricultura.
En los neandertales y los antepasados de los humanos modernos, esta capacidad representaba una ventaja para la supervivencia y la reproducción, ya que los individuos que digerían mejor el almidón tenían más probabilidades de reproducirse y transmitir estas variantes genéticas.
La idea es que cuantos más genes de amilasa tenga, más amilasa podrá producir y más almidón podrá digerir de forma eficaz.
La amilasa, explican los investigadores, es una enzima que no sólo descompone el almidón en glucosapero también le da sabor al pan.
Gokcumen y sus colegas utilizaron el mapeo óptico del genoma y la secuenciación de lectura larga, un avance metodológico crucial para mapear la región del gen AMY1 con sorprendente detalle.
Los métodos tradicionales de secuenciación de lectura corta tienen dificultades para distinguir con precisión las copias de genes en esta región debido a su secuencia casi idéntica. Sin embargo, la secuenciación de lectura larga permitió a Gokcumen y Lee superar este desafío en los humanos actuales, proporcionando una imagen más clara de cómo evolucionaron las duplicaciones de AMY1.
Fuente: Universidad de Búfalo
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