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Ni amor, ira ni ira: la psique masculina detrás del porno de venganza

Cuando hablamos de porno de venganza, inmediatamente pensamos en una reacción emocional: la ira de un ex compañero, tal vez traicionado, que para la venganza difunde imágenes íntimas. Pero la psicología, la que trabaja en datos y testimonios reales, nos dice otra verdad. .

Aquellos que difunden fotos o videos sexualmente explícitos sin el consentimiento de la otra persona. Quiere reafirmar su papel, su dominio, incluso cuando la relación ha terminado. Y lo hace de la manera más invasiva: exponer el cuerpo de la otra persona, a menudo una mujer, despojándolo no solo en el sentido físico, sino también de identidad y dignidad.

La ciencia que lo prueba

Una revisión publicada en Fronteras en psicología En 2025 analizó 12 estudios sobre jóvenes entre 10 y 24 años. Los resultados son claros:

Los autores señalan que los efectos del abuso sexual basado en la imagen (IBSSA) son comparables a los de abuso sexual fuera de línea. No es un problema “menor digital”, sino una forma de violencia real.

Otro estudio, firmado por los psicólogos Asia Eaton y Clare McGlynn (2020), muestra que la “pornografía no consensuada” que se llama así debe leerse como violencia sexual de género. No solo la venganza: las motivaciones incluyen la búsqueda de la gratificación, la necesidad de reafirmar su virilidad frente a otros hombres, el deseo de control.

El paquete digital

Casi nunca la difusión sigue siendo privada. Las imágenes circulan en el chat grupal, el foro, las redes sociales. Aquí es donde el porno de venganza también se convierte en un acto colectivo: aquellos que comparten buscan el reconocimiento de otros hombres. Me gusta, comentarios, aplausos implícitos son una parte integral del gesto.

No es amor lesionado, es la cancelación de la víctima

La diferencia crucial que surge de los estudios es esta: en la venganza porno, la mujer no es atacada para lastimarla, sino porque ya no se la percibe como una persona capaz de sentir dolor. Es un paso psicológico delgado pero devastador.

Sin embargo, en la violencia “clásica” hay una relación, sin embargo, tóxica: el atacante quiere lastimar, humillar, vengarse. Aquí, sin embargo, el enlace está completamente roto. No hay “usted” para contactar. Solo hay un cuerpo para exhibir, una imagen para ser manipulada.

En otras palabras, la víctima no se reconoce como un sujeto, sino que se reduce a la función del objeto. Un poco como romper un vaso: no lo haces para dañar el vidrio, lo que no puede intentar nada, sino para reafirmar un gesto de potencia en un objeto sin valor. La psicología llama a este mecanismo inhumanización: la negativa, incluso inconsciente, a atribuir a los otros pensamientos, emociones y dignidad.

Los estudios de Eaton y McGlynn muestran que muchas dinámicas de la pornografía no consensuada responden con precisión a esta lógica: no es una venganza individual, sino una forma de reafirmar el dominio. Es el mensaje implícito que llega a la víctima: “No cuentas, tu sufrimiento no es relevante, decido a tu cuerpo incluso sin ti”.

Esto explica por qué tantos sobrevivientes hablan no solo de dolor, sino de un sentimiento de desaparición de uno mismo: como si su identidad hubiera sido cancelada, dejando solo una representación sexualizada que ya no controla. Es una forma de violencia que no afecta “contra”, pero que niega la existencia de la persona misma.

En Italia es un crimen

Desde 2019, el porno de venganza es castigado por el artículo 612-Ter del Código Penal, introducido con el “Código Rojo”. Aquellos que se propagan o amenazan con difundir imágenes íntimas sin el riesgo de consentimiento de uno a seis años de prisión y multas hasta 15,000 euros. Las sanciones son más graves si el hecho se refiere a un ex socio.

Qué hacer si sucede:

Una cultura para cambiar

Los estudios informan un problema recurrente: culpable a las víctimas. “Si tomaste la foto, es tu culpa” es la frase que muchas mujeres tienen ganas de abordar. Pero el consentimiento para disparar o enviar no es un consenso para propagarse.
El nudo cultural está aquí: mover la mirada del comportamiento de la víctima al acto del autor. La foto no es la foto, sino el uso violento que la hace.