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La psicología de “golpear al mensajero”: por qué atacan a Francesca Albanese (incluso cuando lleva datos)

en el podcast TinturaFrancesca Albanese – Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en el territorio palestino ocupado – habla con voz tranquila, sin forzar. No sube el tono, no busca efectos especiales: aporta números, historias, imágenes que llaman la atención por su crudeza. Niños asesinados, hambre, comunidades enteras privadas de su humanidad.

Sin embargo, cada vez que interviene, las reacciones se polarizan. Hay quienes la consideran una voz indispensable y quienes, por el contrario, la rechazan por inconveniente o “parcializada”. La psicología nos ayuda a comprender por qué figuras como la suya causan tanta división. No es sólo una cuestión de política: es un fenómeno que se refiere a la forma en que la mente reacciona ante noticias difíciles de aceptar.

En última instancia, Albanese hace lo que hacen muchos expertos o activistas: aporta datos, contextos, hechos. La diferencia es que esos datos -y las palabras que los acompañan- socavan creencias profundas. Y cuando eso sucede, el cerebro reacciona atacando al hablante, no a lo que dice.

“Dispara al mensajero”

Uno de los estudios más interesantes en este campo fue realizado en la Harvard Business School por Leslie John, Hayley Blunden y Heidi Liu en 2019. En la investigación, los participantes recibieron noticias positivas o negativas de varios interlocutores.

Aquellos que traían malas noticias eran juzgados menos simpáticos, menos competentes y menos creíbles, incluso si no tenían la culpa. Los autores hablan de “asociación afectiva automática”: el cerebro tiende a transferir la emoción desagradable de la noticia a quien la comunica.
Es un atajo cognitivo que nos ayuda a reducir el malestar, pero nos lleva a juicios distorsionados.

En un experimento relacionado realizado en la Universidad de Yale (“¿Recompensar o disparar al mensajero?”, 2022), los investigadores observaron que quienes traen buenas noticias son recompensados ​​socialmente, mientras que quienes exponen hechos dolorosos son aislados o castigados. Es la versión moderna del antiguo proverbio: “No dispares al mensajero”.

En el caso de Francesca Albanese, el mecanismo es evidente. Trae malas noticias -muertes, hambre, deshumanización- y por eso se la considera “culpable”. Su presencia nos obliga a observar el horror, y el cerebro prefiere protegerse atacando la fuente en lugar de procesar la realidad.

En psicología social, este proceso está entrelazado con la disonancia cognitiva (Festinger, 1957): cuando nueva información contradice lo que creemos, elegimos la salida más fácil: defender nuestra visión del mundo desacreditando a quienes la cuestionan.

Choque moral

El sociólogo estadounidense James Jasper, en su libro El arte de la protesta moral (1997), introdujo el concepto de shock moral: un momento emotivo en el que un hecho o frase repentina rompe la neutralidad moral y nos obliga a “sentir” el problema.

Durante la entrevista con TinturaAlbanese cita cifras que se convierten en imágenes mentales: “Más de 20.000 niños asesinados”. Números que no dejan lugar a la distancia. Según Jasper, este tipo de mensajes produce una activación emocional inmediata, capaz de transformar al oyente pasivo en un individuo moralmente involucrado.

Un estudio publicado en Fronteras en psicología (Sabucedo et al., 2018) confirma que las emociones morales –indignación, compasión, sentimiento de injusticia– son factores predictivos de la participación en causas sociales. Los datos por sí solos no son suficientes: se necesita un estímulo afectivo que haga personal lo que de otro modo permanecería abstracto.

Por eso, en el lenguaje de Francesca Albanese, las palabras “genocidio”, “ocupación” o “hambruna impuesta” no son exageraciones retóricas: son dispositivos psicológicos que sacuden la conciencia colectiva. El shock moral no convence a todos, pero obliga a todos a reaccionar: algunos se indignan, otros se retiran, pero nadie queda indiferente.

Deshumanización

Otra poderosa clave psicológica que surgió en la entrevista es la de la deshumanización. Albanese denuncia cómo en el lenguaje político y mediático se utilizan términos que reducen a poblaciones enteras a categorías no humanas: “animales”, “terroristas”, “escudos humanos”. Palabras que sólo parecen duras, pero que en realidad afectan nuestra percepción moral.

Los psicólogos Nick Haslam (Universidad de Melbourne) y Adam Waytz (Universidad Northwestern) han demostrado que la deshumanización tiene dos formas:

En ambos casos el efecto es el mismo: disminuye la empatía. Un estudio de Harris et al. (2011), realizado con imágenes de resonancia magnética, reveló que cuando observamos imágenes de personas deshumanizadas (como personas sin hogar o presos) las áreas cerebrales asociadas con la compasión y el procesamiento emocional se desactivan.

Esto explica por qué, a nivel social, lenguajes que parecen “sólo retóricos” tienen en realidad enormes consecuencias. Cuando aceptamos que alguien sea llamado “menos humano”, implícitamente aceptamos que será tratado peor. Las palabras construyen realidades psicológicas: quienes hablan de “vidas prescindibles” preparan el terreno para políticas inhumanas.

Encuadre selectivo: cuando los medios amplifican el “golpe al mensajero”

Durante la entrevista, Albanese también da un ejemplo concreto: dice que los periódicos nacionales a menudo extrapolan una sola frase de sus discursos y la publican en primera plana, sin informar del contexto. El resultado es que el debate se centra en la frase aislada, no en el análisis completo.

En psicología de la comunicación, este fenómeno se conoce como encuadre selectivo. Como ya explicó Robert Entman (1993), elegir “qué parte” de un discurso enfatizar significa orientar la percepción colectiva. El contenido complejo se convierte en un título provocativo y el lector reacciona a la etiqueta, no al tema.

Aquí entra en juego el mecanismo de “disparar al mensajero”: si lo único que leemos es una frase dura, sin contexto, es aún más fácil proyectar enfado sobre el autor. Se alimenta así un círculo vicioso: extrapolación, indignación, ataque a la persona, mayor deslegitimación del contenido.

La minoría activa: la fuerza psicológica de quienes se mantienen coherentes

En 1976 el psicólogo Serge Moscovici describió el fenómeno de minoría activa: grupos o individuos que, a pesar de ser una clara minoría, logran influir en la mayoría gracias a la coherencia, la seguridad y la perseverancia.

A través de una serie de experimentos –como el del color de las diapositivas (Moscovici & Lage, 1976)– descubrió que una minoría compacta y coherente puede cambiar la percepción colectiva, incluso sin poder formal. El mecanismo es cognitivo: la coherencia del mensaje genera disonancia y curiosidad en el público, obligándolo a reconsiderar sus posiciones.

Francesca Albanese, en el contexto mediático actual, encarna perfectamente esta figura. No busca aprobación, no suaviza sus palabras, no se alinea. Es la coherencia de su tono –a veces percibido como obstinación– lo que le da credibilidad simbólica.

Al igual que ocurrió con figuras como Greta Thunberg o Malala Yousafzai, su fuerza comunicativa reside en la coherencia percibida: decir siempre la misma verdad, incluso cuando no conviene.

Defensa psicológica colectiva: cuando el cerebro prefiere negar

Además de los mecanismos individuales, la psicología social también describe reacciones colectivas ante la disonancia moral. Cuando un mensaje socava toda una identidad (nacional, religiosa o cultural), la comunidad reacciona con negación o burla. Es una forma de defensa colectiva similar al individual: ridiculizar al mensajero para evitar abordar el contenido.

Las investigaciones de los últimos años han discutido durante mucho tiempo el llamado efecto contraproducente, es decir, la idea de que cuando recibimos información que contradice nuestras creencias, terminamos fortaleciéndolas en lugar de cambiarlas.

Los estudios más recientes (Nyhan, PNAS2021) muestran, sin embargo, que esto rara vez sucede: en general, las correcciones mejoran la precisión de las creencias al menos en cierta medida, incluso si el efecto tiende a desaparecer rápidamente. Por tanto, el verdadero problema no es un “efecto boomerang” automático, sino la fragilidad de las correcciones: no duran mucho y se ven rápidamente abrumadas por el flujo de mensajes políticos y mediáticos que refuerzan narrativas más cómodas.

Aplicado al caso de Francesca Albanese, significa que incluso cuando trae datos verificados, el oyente puede registrar la información inmediatamente pero luego abandonarla, abrumado por narrativas identitarias y títulos simplificados. Esto es lo que alimenta la polarización en torno a su figura: su comunicación clara entra en conflicto con creencias arraigadas, y muchas veces el contexto mediático termina anulando su fuerza.

No política, sino psicología colectiva.

La entrevista de Francesca Albanese en el podcast Tintura muestra cómo la comunicación moral puede tocar fibras sensibles. No es una cuestión de ideología, sino de psicología social: cómo reaccionamos ante la verdad, el sufrimiento y la responsabilidad.

Cada vez que “golpeamos al mensajero”, en realidad estamos defendiendo nuestro equilibrio interno. Pero reconocer el mecanismo puede ayudarnos a interrumpirlo: a distinguir el fastidio emocional de la validez del mensaje.

Comprender la mente del público es el primer paso hacia una empatía más consciente. Y quizás también para una sociedad que por fin sea capaz de escuchar a quienes aportan verdades incómodas sin tener que quemarlas en la hoguera.