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Pensar aceite: qué es realmente y por qué nunca debería terminar en nuestros platos

Se ha roto un escándalo que hizo ruido: en Puglia, en los municipios de Leccese, se descubrió que el aceite proporcionado en los comedores de la escuela para alumnos y jardines de infancia para los ancianos era una mezcla de aceite de semilla y aceite claro, se transmitió como aceite de oliva extravirgen extra orgánica.

Este aceite, no adecuado para el consumo humano, se usó en las comidas de aquellos que tienen menos voces, niños, ancianos, explotando un precio muy bajo para ganar contratos públicos.

La alarma no solo se refiere al fraude comercial: existe la preocupación por la salud pública, la seguridad alimentaria, la transparencia de los contratos y la confianza que las familias hacen en las instituciones que administran comedores y refectantes.

Pensar aceite: ¿Qué es?

Pensar el aceite es una categoría precisa en la legislación europea que rige los aceites de oliva. No es un término vago coloquial o “mercado”, sino una identificación técnica para el aceite virgen, ya sea productos químicos o organolépticos que se vendan como una “virgen” o “virgen extra”.

Entre los parámetros más importantes hay acidez libre (expresada como ácido oleico): el aceite transparente tiene más del 2%, mientras que el aceite virgen no lo supera, y la IL virgen adicional tiene un límite mucho más bajo (≤ 0.8%).

Además de la acidez, el aceite claro tiene defectos sensoriales marcados: olor desagradable, sabor defectuoso, sin frutal, presencia de aromas negativos (rancio, moho, fermentación). No es adecuado para el consumo directo.

Qué riesgos pueden implicar ingerirlo

No hay evidencia de que beber una cucharada de aceite claro cause una enfermedad grave de inmediato, pero los escenarios de riesgo existen, especialmente si la exposición es habitual, si el producto se degrada o adulteriza, y si involucra categorías vulnerables (niños, ancianos, personas con defensas inmunes débiles).

Riesgos potenciales:

Legislación actual y deberes de control

La legislación europea establece que el petróleo claro y no pueden estar destinados al consumo directo. Debe ser rectificado, refinado, desacidificado, decorado, etc., para que sea comestible.

Los parámetros químicos-físicos y organolépticos (acidez, índice de peróxidos, aroma, ausencia de defectos sensoriales) se controlan mediante análisis de laboratorio. Las autoridades nacionales y comunitarias tienen la obligación de llevar a cabo cheques periódicos, especialmente en el sector de distribución de alimentos, contratos de cantina, etc.

Qué hacer y cómo protegerse

Desde el punto de vista de los consumidores, el primer paso es exigir transparencia. Leer la etiqueta con cuidado, verificar la presencia de la redacción del “aceite de oliva virgen extra”, el origen, las certificaciones y las marcas de calidad no es un detalle, sino un acto de protección. Incluso el precio debe hacerle pensar: cuando un producto se presenta como virgen extra en cifras demasiado bajas en comparación con el promedio, la sospecha es más que legítima. En esos casos, la única forma es ser cauteloso. Si las dudas concretas surgen en el uso de aceite no adecuado, especialmente en los comedores escolares o en aquellos para los ancianos, es esencial contactar inmediatamente a los organismos competentes de salud y control.

Sin embargo, para las instituciones y para aquellos que administran los comedores, la responsabilidad es aún más grande. La adquisición no puede limitarse a elegir la oferta más conveniente: en las especificaciones debe escribirse en blanco, el aceite proporcionado será sometido a cheques severos, no solo iniciales sino que se repiten con el tiempo, con análisis químicos y sensoriales precisos. Las auto -certificaciones del proveedor no son suficientes. Se necesitan controles independientes, muestras sorpresa, exámenes de laboratorio que garanticen el cumplimiento de la legislación y, sobre todo, la seguridad de quienes consumen ese petróleo todos los días.

Pensar el aceite es un producto real, bien definido por la ley, pero a menudo oscurecido, hasta que emerge en las crónicas, de los casos de fraude. Usarlo en los comedores escolares y para los ancianos no es solo un delito comercial: es una afrenta al derecho a la salud, la calidad de los alimentos y la confianza colectiva.

Aquellos que comen, y sobre todos los que deciden lo que se les pone en los platos más débiles, tienen derecho a saber. Y los que comercializan deben respetar las reglas: no hay excusas.