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La vergüenza de decir “estoy enfermo, necesito ayuda”: la salud mental sigue siendo un tabú

Hoy, 10 de octubre, es el Día Mundial de la Salud Mental, una buena oportunidad para reflexionar sobre una realidad que afecta a millones de personas en Italia, pero de la que todavía se habla demasiado poco y demasiado tarde. Las cifras hablan de una emergencia silenciosa, compuesta de ansiedad, depresión, insomnio, estrés y sensación de desconcierto que afecta a todas las edades en todos los ámbitos, pero que entre los jóvenes adquiere rasgos cada vez más preocupantes.

Según el Informe de salud mental 2024el 28% de los italianos padece trastornos mentales o de ansiedad, porcentaje que ha aumentado seis puntos en sólo dos años. Hoy en día hay alrededor de 16 millones de personas que viven con malestar psicológico medio o grave. Entre los trastornos más frecuentes se encuentran la ansiedad y la depresión, más extendidas entre las mujeres y en el grupo de menores de 30 años.

Sin embargo, sólo el 15% de quienes experimentan síntomas importantes recurren a un psicólogo o psiquiatra. Los demás guardan silencio, a menudo por miedo a ser juzgados o por dificultades económicas y logísticas. En un país donde la atención psicológica aún no es accesible para todos, pedir ayuda se convierte en un lujo.

Jóvenes cada vez más frágiles, pero incapaces de decirlo

La angustia mental entre los jóvenes debe verse ahora como una cuestión social. Datos de UNICEF estiman que uno de cada siete adolescentes vive con un trastorno mental diagnosticable. En Italia, según una reciente consulta de la Autoridad para la Infancia y la Adolescencia, más del 51% de los estudiantes declaran experimentar ansiedad o tristeza recurrentes, casi el 50% se siente constantemente cansado y el 46% se queja de nerviosismo constante.

El panorama es claro: toda una generación que se siente abrumada, a menudo sola, pero que no puede pedir ayuda.

Decir “Me siento mal“Sigue siendo un tabú. A pesar de los avances culturales y de la creciente sensibilidad hacia el tema, persiste entre los jóvenes la creencia de que admitir el sufrimiento equivale a mostrar debilidad. ¿La razón? Probablemente radica en el hecho de que la sociedad sigue premiando la productividad, el rendimiento y la presencia constante en las redes sociales. En este contexto, mostrar una grieta se convierte en un riesgo que debe evitarse.

Muchos niños, en lugar de hablar con un adulto o un especialista, buscan consuelo en línea, en foros o comunidades anónimos. Internet se convierte así en un refugio y una trampa: un lugar donde uno puede sentirse menos solo, pero también donde puede lidiar con modelos de vida inalcanzables y con juicios superficiales.

El estigma que pesa más que el dolor

El estigma sigue siendo el principal obstáculo en el camino hacia la salud mental. Aún hoy, quienes reciben un diagnóstico psiquiátrico o inician un recorrido terapéutico temen las consecuencias sociales: ser etiquetados, excluidos, considerados”.inestableY esto frena no sólo a quienes sufren, sino también a las familias, que a menudo luchan por aceptar el problema o hablar abiertamente de él.

El miedo a ser juzgado o incomprendido, a que le digan “lo que quieras que sea, es sólo un período“, empuja a muchos a ocultar su malestar, posponiendo el momento del tratamiento. Pero cuanto más se espera, más crece el dolor y se vuelve difícil de controlar.

Pedir ayuda, sin embargo, es un acto de conciencia, no de fragilidad.

Necesitamos un cambio cultural, no sólo sanitario

La salud mental ya no puede tratarse como un asunto privado. Tengamos en cuenta que es un problema colectivo, que concierne a las familias, a las escuelas, al mundo del trabajo y a las instituciones. La Agenda 2025 del Ministerio de Salud promete nuevas inversiones y medidas concretas para ampliar el acceso a los servicios psicológicos. Pero los fondos y las estructuras no son suficientes si la cultura que rodea el tema no cambia.

Necesitamos aprender a hablar de salud mental como hablamos de salud física. Necesitamos espacios seguros en las escuelas, puntos de escucha en los barrios, campañas que demuestren que el malestar psicológico no es un defecto, sino una parte de la vida que puede afrontarse y curarse.

Decir “Estoy enfermo, necesito ayuda.“No es un fracaso. Es un gesto de valentía, un primer paso hacia la libertad.

Fuentes: Informe sobre salud mental 2024 / UNICEF