Reflexionar sobre tus amistades puede mejorar los vínculos y brindar mayor tranquilidad. Descubramos las preguntas clave que debes hacerte para crecer junto a tus amigos
El amistades son como plantas: algunas crecen exuberantemente, casi de forma autónoma, con poca atención, mientras que otras requieren atención y cuidados constantes.
Pero, ¿cómo puedes saber si una amistad realmente está prosperando o si se está convirtiendo en una carga? A menudo, basta con detenerse y hacerse algunas preguntas, con el objetivo de mejorar las relaciones y comprenderse mejor a sí mismo. Veámoslos juntos.
¿Esta relación me hace sentir mejor o peor?
¿Alguna vez has dejado una conversación con un amigo sintiéndote agotado o, por el contrario, lleno de energía? A veces, no se trata sólo de la otra persona, sino de lo que ambos aportan a la relación. Puedes asumir la responsabilidad de tu comportamiento: ¿fuiste grosero? ¿Reaccionaste exageradamente? Si una relación te hace sentir más seguro y apreciado, vale la pena intentarlo. Pero si el efecto es el contrario pregúntate: ¿por qué me quedo?
¿Lo estoy haciendo todo yo mismo?
En las amistades, como en el baile, ambos socios deben moverse y ser parte activa. Si siempre eres tú quien propone reuniones o envía mensajes, intenta detenerte y observar. ¿Tu ausencia estimulará al otro a dar el primer paso? Pero prepárate para descubrir que algunas amistades pueden desvanecerse. No es necesariamente un fracaso: a veces, dejar de presionar ayuda a revelar la verdadera naturaleza de la relación.
¿Estoy repitiendo viejos patrones?
Muchas de las dinámicas que establecemos en las amistades reflejan patrones aprendidos durante la infancia. Por ejemplo, ¿eres siempre el “salvador” que interviene para solucionarlo todo? ¿O a menudo se siente una “víctima” incomprendida? Examinar estos roles es un primer paso para liberarnos de toda una serie de patrones que pueden limitar las relaciones. Quizás tu amigo no esté ignorando tus mensajes porque no te ama, sino porque está abrumado. Hacerse esta pregunta puede evitar malentendidos dolorosos y ayudar a mejorar la relación.
¿Estoy esperando demasiado de esta amistad?
Cada amigo tiene sus propias cualidades: algunos saben escuchar, otros te traerán una pizza caliente en mitad de la noche pero se olvidarán de tu cumpleaños. Pregúntese si sus expectativas son realistas. Pero si le falta algo fundamental, podría ser el momento de reflexionar sobre por qué insiste en mantener esa conexión. La nostalgia es mala consejera y, a veces, una ruptura puede ser más saludable que una relación forzada.
¿Estamos creciendo juntos?
Las experiencias compartidas unen, pero no siempre. Crecer separados no es una sentencia de muerte para la amistad, pero requiere mucha conciencia. Intenta recordar la última vez que realmente se divirtieron juntos: ¿qué ha cambiado desde entonces? Reavivar ese vínculo puede ser sencillo, especialmente si conoces bien a la persona: podrías encontrar un nuevo interés común o retomar “viejas tradiciones” que has descuidado.
¿Estoy satisfaciendo mis necesidades?
Esta es quizás la pregunta más importante. A menudo nos centramos tanto en los demás que olvidamos lo que queremos. Si una amistad te deja exhausto o insatisfecho, detente un momento y trata de escucharte a ti mismo. ¿Qué necesitas realmente? Tal vez algo de espacio, una conversación honesta o simplemente más tiempo para ti.
Un viaje de crecimiento personal
Las amistades nunca son perfectas, pero reflexionar sobre estas preguntas puede ayudarte a hacerlas más reales e importantes. La belleza de una amistad sincera es que no requiere máscaras: puedes ser tú mismo, con tus fortalezas y debilidades. Y a veces, un poco de autoironía y desenfado son el mejor pegamento.