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¿Escuchas música todo el día? Quizás estés experimentando una nueva adicción a la dopamina

Aunque no tiene efectos secundarios, la música también puede desencadenar un mecanismo de adicción que nos impide concentrarnos realmente en lo que estamos haciendo: explicamos cómo reconocer este mecanismo y cómo contrarrestarlo.

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Vivimos en una era caracterizada por una multiplicidad de adicciones, muchas de las cuales .

Si antes hablábamos principalmente de tabaco, alcohol o drogas, hoy Nuevas formas de adicción se han convertido en parte de nuestra vida cotidiana.a menudo tolerados o incluso alentados por la sociedad, los medios de comunicación y la publicidad.

La comida chatarra, los videojuegos, la pornografía y las redes sociales son sólo algunas de las actividades que crean adicción, especialmente en los más jóvenes.

Estas adicciones aparentemente inofensivas se desarrollan desde la infancia, cuando la capacidad de autorregulación aún no está completamente formada. Pero ¿qué tienen en común? Una palabra clave: dopamina.

Buscando gratificación instantánea

Como explicamos a menudo en nuestros artículos, el dopamina Es un neurotransmisor, a menudo denominadohormona del placerliberado por nuestro cerebro en respuesta a experiencias que nos recompensan, como comer un alimento que amamos, recibir un cumplido o ganar un desafío.

Cuanto más rápido y fácil obtenemos esta gratificación, más asocia nuestro cerebro la actividad con una sensación de bienestar. Es un mecanismo natural y útil.creado para animarnos a repetir conductas beneficiosas para nuestra supervivencia, como comer o reproducirnos.

Sin embargo, en el mundo moderno, donde el placer está disponible en cada rincón, nuestro cerebro puede volverse “adicto” a estas descargas de dopamina.

Las tareas que alguna vez requirieron compromiso y esfuerzo han sido reemplazadas por gratificaciones instantáneas que se pueden lograr con un mínimo esfuerzo o incluso con un simple clic.

Si queremos un alimento en concreto, lo único que tenemos que hacer es ir al supermercado o pedir comida para llevar; si estamos aburridos simplemente cogemos el smartphone y miramos otro episodio de nuestra serie favorita y así sucesivamente.

Esto, por supuesto, tiene importantes consecuencias: la necesidad constante de dopamina lo hace difícilsi no imposible, concentrarse en tareas más desafiantes o aburridasque requieren tiempo y paciencia y que, sobre todo, no garantizan la gratificación instantánea a la que nos estamos acostumbrando.

¿Puede la música ser adictiva?

Una actividad que rara vez se considera a través del lente de la adicción es escuchar música. A diferencia del tabaco o el alcohol, la música no tiene efectos secundarios evidentes o inmediatos.

Al contrario, muchas veces se considera positivo, incluso terapéutico. Sin embargo, con acceso ilimitado a música a través de plataformas de streaming y la posibilidad de escucharla en cualquier lugar y en cualquier momento, surge una pregunta: ¿Puede la música convertirse también en una adicción?

Respuesta corta: si. La música estimula la liberación de dopamina, al igual que otras formas de gratificación instantánea. Escuchar una canción que nos encanta, con un ritmo que nos envuelve emocionalmente, nos produce una oleada de placer.

Esto no tiene nada de malo, pero ¿y si nos damos cuenta de que ya no podemos hacer nada sin música de fondo? Para muchos, escuchar música mientras estudian, trabajan, practican deportes o realizan las tareas del hogar se ha vuelto indispensable.

En estos casos, la música ya no es sólo un placer, sino una necesidad – como un cigarrillo, un vaso de alcohol o un café.

El poder del silencio para encontrar el equilibrio

Por más beneficiosa que pueda ser la música, es esencial recordar la importancia de silencio. Vivimos en una sociedad ruidosa, donde la ausencia de sonidos es casi un lujo.

Sin embargo, el silencio Desempeña un papel fundamental en la productividad y la concentración.. Cuando el cerebro no es bombardeado por estímulos externos, es libre de reflexionar, procesar pensamientos complejos y concentrarse en tareas difíciles.

Además, el silencio promueve conciencia. Sin una banda sonora de fondo constante, estamos más en contacto con nuestros pensamientos y emociones.

Esto nos permite estar más presentes y tomar decisiones más reflexivamente. No sólo eso, el silencio nos ayuda. redescubrir el valor de la espera y el aburrimiento.

Acostumbrados a estímulos continuos, olvidamos que Aburrirse es fundamental para nuestro desarrollo creativo y personal: Es en los momentos de aburrimiento cuando la mente divaga, creando conexiones inesperadas e ideas innovadoras.

Comience a escuchar atentamente

Como en todo, la clave es la moderación. La música no debe ser eliminada ni demonizada. Escucharlo nos da alegría, nos relaja e incluso puede ayudarnos a concentrarnos en determinados momentos.

Sin embargo, es fundamental ser conscientes de cuándo y cómo lo utilizamos. Si descubrimos que no podemos realizar ninguna actividad sin tener unos auriculares en los oídos, quizás sea el momento de dar un paso atrás. A continuación se ofrecen algunos consejos prácticos para empezar:

  1. Paseo en la naturaleza. Caminar por un parque o en la naturaleza sin música nos permite sintonizarnos con el entorno que nos rodea: el sonido del viento, el canto de los pájaros, el susurro de las hojas son un bálsamo natural para la mente.
  2. Camina por la ciudad sin auriculares. Incluso en un contexto urbano, podemos prestar atención a los sonidos de la vida cotidiana, desde el ruido del tráfico hasta el parloteo de la gente: es una oportunidad preciosa para estar más presentes en el aquí y ahora.
  3. Apaga la música si realmente no la escuchas. Si nos damos cuenta de que la música es sólo un fondo al que no prestamos atención, podemos apagar el dispositivo. Esto nos ayudará a reconectarnos con el momento presente.
  4. Cultiva momentos de silencio. Practicar la meditación, llevar un diario o simplemente estar en silencio unos minutos al día nos permite escuchar nuestra voz interior, que muchas veces queda ahogada por el ruido externo.

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