¿Qué pasaría si los seres humanos desecáramos el mar Mediterráneo y lo convirtiéramos en un lago salado gigante? ¿Sobreviviría su fauna y flora y, de ser así, cuánto tardaría en recuperarse?
Puede que parezcan preguntas muy teóricas, pero no para Herman Sörgel, un arquitecto bávaro que dedicó gran parte de su vida a ese mismo proyecto: construir una presa gigante en el estrecho de Gibraltar, dejar que el Mediterráneo se seque y colonizar la tierra ganada al mar.
Sörgel organizó conferencias y documentales y recaudó fondos hasta la década de 1950 para un proyecto que, según creía, promovería la cooperación entre África y Europa y abastecería de energía a ambos continentes mediante gigantescos megaproyectos hidroeléctricos.
Lo que no sabía era que su sueño ya se había hecho realidad al final del Mioceno, hace 5,5 millones de años, como simple resultado de fuerzas naturales.
Cuando el Mediterráneo desapareció
Desde la década de 1970, varias generaciones de geólogos y geofísicos marinos han confirmado la existencia de una capa de sal de entre uno y tres kilómetros de espesor enterrada en la mayor parte de las zonas más profundas del mar Mediterráneo.
Se trata de casi un millón de kilómetros cúbicos de sal que dan testimonio de un breve periodo en el que el Mediterráneo estuvo aislado del resto de océanos del mundo; breve en el sentido geológico, ya que el episodio duró unos 190.000 años. https://www.youtube.com/embed/y6GV_tnFta0?wmode=transparent&start=0 Visualización de la crisis de salinidad del Messiniense.
El culpable no fue, por supuesto, un excéntrico arquitecto alemán, sino la tectónica de placas. La cuenca mediterránea, atrapada entre dos continentes que hoy siguen acercándose hasta dos centímetros cada año, quedó aislada del Atlántico. Sus aguas se evaporaron rápidamente debido al clima árido de la región, dejando tras de sí enormes cantidades de sal.
Este episodio, conocido como la crisis de salinidad del Messiniense (siendo el Messiniense el último período del Mioceno), es la mayor extinción sufrida por la Tierra desde el meteorito que acabó con los dinosaurios no voladores y puso fin a la era Mesozoica hace 65 millones de años.
Por lo tanto, no se necesitan experimentos de geoingeniería para responder a nuestra pregunta inicial: ¿qué tan resiliente es la vida marina frente a una crisis ambiental de esta magnitud?
La respuesta acaba de publicarse en la revista Science, en un estudio dirigido por Konstantina Agiadi, de la Universidad de Viena, en colaboración con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y otros 28 científicos de 25 institutos europeos.
Tras reunir todos los datos fósiles mediterráneos de hace entre 12 y 3,6 millones de años, los resultados sugieren que la vida marina autóctona estaba prácticamente extinta cuando el Mediterráneo quedó aislado, y que la posterior recolonización por especies atlánticas dio lugar a una fauna mediterránea más parecida a la que encontramos allí hoy.
Especies nativas, extintas y migrantes
Mediante el análisis estadístico de la información de más de 750 artículos científicos, pudimos documentar la presencia de 22.932 especies marinas de un total de 4.897 que viven en el Mediterráneo. Antes de la crisis, 779 especies podían considerarse endémicas (es decir, documentadas solo en el Mediterráneo). De ellas, solo 86 seguían presentes después de la crisis de salinidad. Todos los corales tropicales que eran abundantes en el Mediterráneo antes de este cambio ambiental cataclísmico desaparecieron.
Sin embargo, algunas especies de sardinas aparentemente endémicas lograron sobrevivir, como también lo hizo el sirenio, un mamífero marino emparentado con los actuales manatíes y dugongos (también conocidos como vacas marinas).
Como los registros fósiles son limitados y fragmentados, no podemos estar seguros de que todas estas especies fueran endémicas o de que no hubieran sobrevivido fuera del Mediterráneo, de ahí el valor de basar nuestro estudio en estadísticas de un gran número de especies. Pero, en el caso de las que eran endémicas, ¿dónde lograron sobrevivir y qué refugios encontraron para evitar el aumento radical de los niveles de sal y de la temperatura?
Estas preguntas siguen sin respuesta, pero hemos podido establecer que los cambios en las poblaciones son el resultado de la sustitución por especies atlánticas tras la inundación del Mediterráneo, más que de una rápida adaptación al nuevo entorno hipersalino. En otras palabras, la vida no tuvo tiempo suficiente para adaptarse y las especies extintas fueron reemplazadas por especies atlánticas que migraron al Mediterráneo.
Varias especies emblemáticas, como el gran tiburón blanco y el delfín, aparecieron en el Mediterráneo solo después de la crisis. Y lo que es más interesante, la riqueza faunística actual en el Mediterráneo occidental solo se produjo después de la inundación, mientras que antes, el Mediterráneo oriental (mares Jónico y Levantino) poseía un mayor número de especies diferentes.
Lecciones sobre la extinción masiva
El aislamiento del Mediterráneo tuvo un impacto catastrófico en su fauna y flora, destruyendo la mayoría de sus ecosistemas. Otro hallazgo significativo de nuestra investigación es que se necesitaron más de 1,7 millones de años para que se recuperaran las poblaciones de especies. Esta lenta recuperación de la riqueza de los ecosistemas mediterráneos proporciona la primera cuantificación detallada de cómo responde la vida silvestre a un evento de extinción de esta magnitud.
La biodiversidad del Mediterráneo en la actualidad es muy alta gracias a la presencia de numerosas especies endémicas. Nuestros resultados sugieren que esto también era así hace seis millones de años, pero que la gran mayoría de estas especies endémicas desaparecieron cuando el Mediterráneo quedó aislado del Atlántico.
Quizás otra lección aprendida de este estudio es que, por muy tentador que sea creer que los proyectos de geoingeniería pueden permitirnos mantener nuestro actual ritmo de emisiones y destrucción de ecosistemas, el pasado geológico de la Tierra revelará más que cualquier experimento.
Cuando el Mediterráneo se volvió a conectar con el Atlántico, se repobló con la enorme reserva de especies de los océanos del mundo, pero aun así los ecosistemas del Mediterráneo tardaron millones de años en recuperar su riqueza. Nadie sabe todavía cuánto tardará la vida marina en recuperarse del tipo de cambio a escala global que se está produciendo actualmente.
Daniel García-Castellanos, científico de la Tierra, Instituto de Geociencias de Barcelona (Geo3Bcn – CSIC) y Konstantina Agiadi, investigadora principal, Universidad de Viena